El
panorama para aquellos que nos dedicamos a la educación es francamente
desolador: crisis social y de valores, leyes deseducativas, mercantilización de
la enseñanza, ideologización de la educación, control cada vez mayor de la
actuación del profesorado, desprestigio de la labor docente, teorías
pedagógicas dogmáticas, gurús de la modernidad que dan lecciones de saber hacer
sin pasar por el aula, apuesta por la mediocridad educativa, falta de esfuerzo
y de expectativas en el alumnado, desvalorización de la enseñanza pública…
Los
profesores hemos sido la cabeza de turco perfecta para justificar todos los
males; para ello, se ha mermado nuestra consideración social, se ha restado
importancia a la labor docente, hemos sido objeto de críticas, no se ha contado
con nosotros para ningún tipo de reforma educativa…
No
nos podemos quejar y, en cierto modo, nos lo merecemos, ya que somos un colectivo
desmotivado, desmovilizado, desunido y, en cierto modo, cobarde, que sigue sin
reaccionar ni aun cuando le tocan lo suyo, la educación.
Pero,
a pesar de los pesares, cada vez son más los profesores y las personas
preocupadas por la educación. Y es que esto no es sólo una profesión, es
nuestra vocación, y eso quiere decir que en nuestro día a día dedicamos mucho
esfuerzo por fomentar el conocimiento y el afán por aprender, para que encima
tengamos que soportar diariamente trampas y zancadillas que hacen aún más
difícil nuestro trabajo.
Consideramos
que la educación de calidad no es algo subsidiario, sino un derecho básico,
algo como el comer para el cuerpo. Queremos educar personas no mano de obra
dócil para contentar a las grandes fortunas que hoy día dominan nuestro mundo
y, por ende, nuestro país. Queremos que niños y jóvenes se desarrollen como
personas libres, críticas, activas y felices. Sí felices, porque el saber
proporciona felicidad personal y genera sociedades más justas.
No
nos gusta el panorama actual de la educación en nuestro país, creemos necesario
reflexionar sobre la misma y consideramos imprescindible realizar acciones
encaminadas a acabar con el estado actual en que se encuentra, porque como dice
mi amigo Jose, como no cambiemos esto los de abajo los de arriba nada van a
hacer por cambiar la situación, ya que han construido un edificio a su medida, que
les permite mantener sus intereses políticos y económicos.
Como
los antiguos atenienses, somos ciudadanos de la polis que buscamos la mejora de
la misma con nuestra actuación y compromiso. ¿Utópicos?, tal vez, pero sin
cierto grado de idealismo, jamás se hubieran conseguido transformaciones.
Es
necesario, por tanto, la reflexión y la acción conjunta de padres, alumnos y
profesores, cada uno desde su esfera de actuación para cambiar la situación
actual. O cambiamos esto o el futuro que se nos presenta en educación y como
país es francamente desolador.
Sebastián Merino
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