Extremadura es tierra de hombres humildes, pero también de titanes, quienes por honor, por deber o por afán de superación han pasado a los libros de la historia de España con letras mayúsculas.
Hoy traigo la historia de Martín Álvarez Galán, de quien hace unos días leía en los diarios extremeños que su pueblo, Montemolín, le rendía un merecido homenaje a este héroe de la Armada española.
Martín, comenzó su vida como carretero y, es posible que, alentado por las historias que su madre contaba sobre las aventuras militares de su abuelo, se despertase en él la vocación militar. Así, se enrola en la Infantería de Marina de la Armada española en 1790, pasando por diferentes destinos, hasta que en 1797 entró a formar parte de la guarnición del navío “San Nicolás de Bari”: En estos momentos, España estaba aliada con los franceses por el tratado de San Ildefonso, motivo por el que se enfrentó en la batalla del Cabo de San Vicente contra la escuadra inglesa.
En un momento de la batalla, los ingleses abordaron el “San Nicolás de Bari” y, con la pretensión de arriar la bandera española, un oficial inglés se dirige hacia la toldilla, allí se encontraba Martín Álvarez defendiendo el pabellón español, quien viendo venir al británico lo ensartó con tal fuerza con su sable que lo atravesó, quedándolo clavado en la madera de un mamparo; tras ello, un nuevo oficial y dos soldados británicos vuelven a la carga, el soldado español trata sin éxito de desembarazar el sable de la madera, por lo que coge su fusil y como si fuera una maza asesta varios golpes a los enemigos, matando al oficial e hiriendo a los soldados, a continuación salta desde la toldilla al alcázar de popa donde es acribillado a tiros por los ingleses.
Nelson, uno de los mandos de la Marina británica, que ha presenciado la escena, y siendo hombre que admira el valor y reconoce el mérito del soldado español que ha dado su vida en defensa de su bandera, ordena que se le lance al mar envuelto en dicha bandera, pero entonces comprueban que nuestro infante no está muerto sino malherido, siendo trasladado a Portugal donde es curado de sus heridas y devuelto a España.
En nuestro país, el rey Carlos IV reconoce la heroica actuación de nuestro soldado de granaderos y se le asciende, en principio, a Cabo y, posteriormente, a Cabo Primero, concediéndole, además, una pensión vitalicia. No obstante, poco pudo disfrutar el granadero de la pensión, pues una accidental caída le provocó la muerte en 1801.
Nelson, sabiendo que las victorias son mayores mientras mejores son los enemigos, quiso que la valentía del granadero Martín Álvarez no quedase en el anonimato e hizo grabar en una placa de un cañón tomado del “San Nicolás de Bari” en Gibraltar tres hurras, uno de ellos dedicado a Martín Álvarez. Además, de conservarse su sable en el Museo Naval de Londres.
En 1848, la Reina Isabel II dispuso en una Real Orden que, en recuerdo a este héroe de la Armada, permanentemente un buque llevase el nombre de este glorioso marino.
En 1936 se inauguró un paseo en Montemolín, su pueblo natal, con una estatua de su héroe local. Además, son numerosos los homenajes y numerosas las calles que recuerdan el nombre de este valeroso extremeño.
Os recomiendo ampliar la información sobre Martín Álvarez en la Revista divulgativa de historia naval en Internet: http://www.todoababor.es/articulos/martin_alvarez.htm
Y que leáis el, como siempre, extraordinario artículo de Pérez Reverte en su columna del XL Semanal: http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/675/el-sable-y-el-granadero/
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