Habitualmente observamos que la Historia se repite, florecen las muestras de ello en la actualidad, mirad si no
el ascenso de los partidos extremistas y populistas, como ha ocurrido en las
recientes elecciones griegas o francesas, que nos recuerdan a los años treinta
de nuestro siglo XX, tras la crisis económica mundial de 1929; o las posturas
individualistas y el sálvese quien pueda, que se produjeron entonces y que
ahora vuelven a repetirse en el caso de la UE y podemos observar en países como
Alemania, Francia… que hablan de los países del sur como los apestados de
Europa y los culpables de todos sus males; o la falta de líderes nacionales o
mundiales que den la batalla en sus ámbitos; o la incompetencia y la falta de
valentía de nuestros políticos, incapaces de sacrificarse por su país, de
llegar a acuerdos, de buscar las soluciones que la calle les demanda, de dar
respuesta a los problemas de fondo del país y preocupados tan sólo por
conservar sus prebendas y las de la gente de sus partidos. Hoy más que nunca
nuestros principales partidos políticos me recuerdan a los de la Restauración,
incapaces de realizar la regeneración del país, por encontrarse enmarañados por
las redes que generan los grupos de presión que controlan el poder. También me
recuerda a esa época de principios del siglo XX español la apatía y el
pesimismo, ese desaliento, “esa España sin pulso” de la que hablaba Silvela, esa
inacción a la que nos han prostrado, entre los que me incluyo…; una sociedad
que, por otra parte, está enferma y en la que se ha instalado, tras unos años
de prosperidad ilusoria, la falta de esfuerzo y de superación, el todo vale y la
falta de ética.
Podría seguir con los ejemplos y
las enseñanzas que nos aporta nuestra historia reciente, pero preferiría no
mencionar cómo solemos resolver los españoles habitualmente estos problemas:
bien a base de cirujanos de hierro que reclamaba Joaquín Costa y que aquí hemos
confundido con dictaduras o golpes militares, bien a base de mamporrazos entre
las dos Españas que nos representaba Goya o de la que nos hablaba Unamuno, la
conservadora y la progresista.
En fin, pareciera que sólo se repite
lo negativo, qué pasa con esa gente de la Ilustración o de las Cortes de Cádiz
o del Regeneracionismo o de la II República, que lúcidamente vieron la solución
de los problemas de España en la educación, que es la que hace progresar a los
pueblos, esa que crea personas críticas, participativas, tolerantes, mejores
éticamente… y más felices. Siendo, además, la educación pública, la que ofrece
equidad y garantiza igualdad social, que es, al fin y al cabo, lo que distingue
a una sociedad avanzada de una atrasada.
Dicen que quien no estudia su
historia tiende a repetirla, ¡es que tampoco ahora, después de tantos tropiezos
a lo largo de nuestra historia vamos a aprender! La educación es la única que
puede regenerar nuestra sociedad y sacarnos de la crisis general en la que
vivimos.
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