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sábado, 11 de junio de 2011

Ser padres

Me gusta mucho la frase del periodista norteamericano Hodding Carter referida a los padres, que dice así “sólo dos legados duraderos podemos dejar a nuestros hijos: uno, raíces; otro, alas”.

Los padres aportamos a los hijos un nombre y unos apellidos, un lugar donde viven su infancia y su juventud, una casa que será siempre la suya, donde estos acudirán siempre que lo necesiten a encontrar apoyo, ayuda, sosiego…

Pero, aparte de ello, y en el sentido literal del término, los padres somos las raíces que nutrimos a nuestros hijos, el sustento y el apoyo que ellos necesitan, no sólo para cubrir sus necesidades básicas, alimento, vestido, protección…, sino que somos quienes dotamos a nuestros hijos de cariño, patrones, valores y conocimientos.

Si los padres aportamos los elementos que necesitan nuestros hijos, si le damos la seguridad y la fortaleza necesaria, estos crecerán con un tallo y unas hojas fuertes, si no será como una planta raquítica falta del sustrato que la haga crecer adecuadamente y que le permita encontrar un hueco en el bosque social en el que nos desenvolvemos.

No es fácil educar a los hijos ni nadie nos enseña, seguimos los patrones adquiridos y nos guían tanto el corazón como la razón. Lo que sí está claro es que requiere una acción y una dedicación constantes, y que no siempre se tienen las fuerzas necesarias para ello, sobre todo en la sociedad actual que nos exige tanto y nos tensiona más. Pero, si detenemos este mundo, con este ritmo frenético que nos atrapa y pensamos con claridad, nos queda la certeza de que no hay nada en este mundo por lo que merezca más luchar que por ellos. Por tanto, releguemos lo secundario y centrémonos en lo esencial, en ellos. Es fácil decirlo, no es tan fácil llevarlo a la práctica.

Lo segundo, que legamos a nuestros hijos son las alas, unas alas fuertes que les permitan volar, no sé si importa lo lejos o lo alto que vuelen, pero al fin al cabo se trata de volar y, llegado el momento, los padres les daremos esa libertad a los hijos para que vuelen solos. Si les proporcionamos unas alas fuertes, cargadas de amor, valores y conocimientos, volarán mejor y su vida será más feliz, más plena.

Es necesario hacerles ver que vivir es volar, no estar nunca quietos, es tener metas por las que luchar, ilusiones por las que sentir y vivir, esfuerzo para mejorar…, en ello coincido con el ilustre médico español Gregorio Marañón, que al respecto de la vida decía…

“Vivir no es sólo existir,

sino existir y crear,

saber gozar y sufrir

y no dormir sin soñar.

Descansar, es empezar a morir.”

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