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lunes, 27 de junio de 2011

Cuestión de honor

El honor era allá por los siglos XVI y XVII algo tan preciado e importante para el buen nombre de una familia, como el dinero o la fama hoy día, pareciéndome más digno lo primero que lo actual. Bueno, a lo que vamos, quiero relatar hoy dos hechos de dos personajes españoles que tenían en tan alta estima el honor familiar y el servicio a su país, que merecen la pena resaltar.
El primero se refiere al Gran Duque de Alba, don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, quien siendo ya viejo y estando enfermo tuvo noticias de que su hijo don Fadrique, al mando de las tropas que asediaban la ciudad de Haarlen, allá por 1573, estaba a punto de abandonar dicho asedio por las pérdidas humanas que estaba teniendo el mismo para nuestro ejército, a lo que el Gran Duque respondió mandando una dura carta a su hijo en la que decía algo así como que si abandonada el asedio sin rendir la ciudad no le tendría por hijo y que si moría en el asedio, él mismo iría a reemplazarle, y si encontrase también la muerte, sería su madre la que iría a acabar la tarea que ninguno de los dos habían sido capaz de terminar. Ante estas palabras, don Fadrique, al mando de los tercios españoles, continuó el asedio, consiguiendo, finalmente, tras una penosa lucha y la pérdida de unos 4.000 soldados, que la ciudad de Haarlen cayese en manos hispanas.
La segunda historia se refiere al Capitán General de Flandes, don Ambrosio de Spínola, el que aparece en el cuadro de Velázquez de La rendición de Breda, quien muere en 1630 y dicen que debido a su delicado estado de ánimo debido a dos enormes disgustos. El primero fue la rescisión de sus plenos poderes en Italia por la Corona española, pero fue más duro el segundo, la noticia de que su hijo Felipe, al mando de una unidad de caballería, no había podido parar a los franceses frente al puente de Cariñán. Al tener conocimiento de ello y preguntar si su hijo había resultado muerto, herido o prisionero y encontrar una respuesta negativa para las tres, cayó en una profunda depresión que lo dejó sin habla, pues su hijo estaba sin honor y eso era peor que la muerte.

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