Esta obra es de uno de los pintores más destacados del estilo Gótico flamenco, cronológicamente la situamos en la primera mitad del siglo XV, su tema es religioso y la técnica pictórica es óleo sobre tabla, típica de esta escuela de pintores.
Este Descendimiento
de Cristo de la cruz es una magnífica obra de
Roger Van der Weyden, quien lo planeó la pintura siguiendo los esquemas de los retablos escultóricos alemanes y flamencos de esa
época; es decir, como una caja espacial estrecha, en la cual se
colocan a manera de friso los personajes esculpidos, frontales y ajustados al
escaso fondo que se les concede. Este planteamiento es el que observamos
en el Descendimiento de Van der Weyden: todas las figuras se distribuyen en un
primer plano, yuxtapuestas pero procurando que ninguna oculte a las demás. La
evocación del estilo escultórico se consigue con el volumen y modelado en los
cuerpos, que se aprecia de manera sobresaliente en el cuello de la mujer que se
encuentra en el extremo derecho de la composición. Las figuras, diez en total,
son Cristo muerto, María, San Juan y los santos varones y mujeres, incluida la
Magdalena. Todos ellos llevan hermosos ropajes, cuyas texturas permiten
diferenciar terciopelos, sedas, damasquinados, etc. Es también una
característica propia del arte flamenco ésta de resaltar la calidad de las
materias que aparecen. Es un indicativo del poder del que encarga la pintura.
Además, todo el fondo está recubierto por riquísimas láminas de pan de oro, y
abundan los azules y los verdes, pigmentos que proceden de moler piedras
semipreciosas. El fondo dorado, además de una ostentación de riqueza, impide
que la mirada del espectador profundice en otra cosa que no sea la escena,
desarrollada por este marco en un espacio mágico e irreal, sin referencias
humanas. En cuanto a la composición, destacan la disposición diagonal de las figuras de Cristo y la Virgen y la disposición de las figuras de los extremos, que cierran la escena como si de paréntesis se tratasen. Otras características propias de los pintores de esta escuela son el detallismo (ropajes, cabellos, lágrimas...), el simbolismo de los objetos (entre otros, la calavera y huesos que simboliza la muerte y las hierbas y flores que aparecen, que representan la esperanza de la vida, de la resurrección).
La obra fue encargada para la capilla de los Ballesteros de Lovaina,
lo cual se refleja en el marco: en los extremos superiores aparecen unas
pequeñas ballestas que identifican a los donantes. Felipe II, gran
admirador del arte flamenco, trató infructuosamente de comprarla. Años más
tarde, la tía del emperador, María de Hungría, consiguió adquirirlo para la
colección real española.
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